lunes, 2 de julio de 2012

La terrible crisis económica tiene tres dimensiones



La terrible crisis en la economía de España y su colonia Canarias tiene tres dimensiones:

1) El agujero negro de los bancos “peninsulares”.

2) La crisis de la “burbuja" inmobiliaria.

3) La deuda soberana “peninsular” (déficit público): comunidades autónomas “peninsulares”, ayuntamientos, Gobierno de Madrid, etc.

Los bancos “peninsulares” no merecen ser rescatados y son los ciudadanos canarios (incluidos los negocios canarios) los que tienen que ser rescatados de la crisis colonial “peninsular”:  desempleo, hambre, marginación social, emigración de nuestra juventud/profesionales Awara (“palmeros”) pa’ otro continente, etc. Benawara (“La Palma”) superó en mayo la escalofriante cifra tercermundista de los 11.000 parados. Es más, en pleno siglo XXI, muchas familias Awara (“palmeras”) están recibiendo alimentos de Cruz Roja, Cáritas, etc.

Rescatando a los bancos “peninsulares”, el Gobierno de la Metrópoli (Madrid) está transformando las deudas de entidades privadas (los bancos “peninsulares”) en deuda pública billonaria (deuda "peninsular" y no canaria).

El resultado de las políticas de la mafia de Madrid lo podemos ver ahora -por citar tan sólo un ejemplo- en la introducción del copago farmacéutico y en la decisión de dejar de financiar 426 medicamentos. Los fármacos incluidos en la lista de la Metrópoli se podrán seguir recetando, pero el paciente tendrá que "abonar el precio total". Ahora tenemos una Sanidad Colonial goda para los ricos.

La cacareada “españolidad”, “europeidad”, etc., de Canarias hace agua por todos lados y no sirve por la sencilla razón que –desde la criminal conquista goda hasta nuestros días- ha condenado al pueblo Awara (“palmero”) a la emigración. El Cabildo colonial y caciquil tampoco sirve pues está al servicio de intereses foráneos (coloniales). 

Es obvio que España está purgando ahora sus excesos de la corrupción y el pinchazo de la ‘burbuja’ inmobiliaria, una fiebre especulativa que atrapó a infinidad de personas en su afán por dar un ‘pelotazo’ con el pase de viviendas compradas incluso sobre plano, en la creencia de que las revalorizaciones millonarias estaban automáticamente garantizadas. Nunca previeron que se pudiera cerrar el grifo del crédito y el fin de los tiempos del dinero barato, una época en la que resultaba más rentable pedir un préstamo al banco para especular con el ladrillo -hubo revalorizaciones de hasta tres dígitos- que invertir en la industria o en otros sectores de maduración mucho más larga y con retornos medios de sólo el 7%.

Un país colonial como España, menos poblado que Alemania, Francia y el Reino Unido, construía anualmente del orden de 800.000 a 900.000 viviendas, más que estas tres naciones líderes de la Unión Europea juntas. El proceso carecía de lógica económica, pero se mantuvo durante nueve años de especulación, hasta que se ha derrumbado como un castillo de naipes dejando tras de sí un reguero creciente de desahucios por ejecuciones hipotecarias, entre uno y dos millones de viviendas vacías, millones de trabajadores en el paro, la desaparición de miles de pymes surgidas al albur del ‘boom’ y la ruina de empresas que parecía que se iban a comer el mundo, como la inmobiliaria Colonial, del empresario "peninsular" Luis Portillo, y Martinsa-Fadesa, de Fernando Martín, expresidente del Real Madrid.

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