sábado, 13 de agosto de 2011

El ascenso de China en el escenario mundial


La República Popular China ha dejado de ser un país emergente para transformarse definitivamente en una potencia de primer orden. Como tal, ha comenzado a desplegar todo su poderío en el plano internacional. Con su influencia político-económica ya disputa la supremacía que durante las últimas dos décadas mantuvo Estados Unidos como país hegemónico.

El gigante asiático, que en otras épocas era caracterizado como un país arrocero, se ha convertido en uno de los principales motores de la economía mundial en el nuevo siglo. Al crecimiento sostenido de su economía, que tuvo una subida del 10.3 % del Producto Bruto Interno en 2010, se le agregó una activa política de compra de deuda en diferentes países y regiones del mundo y la adquisición de empresas de sectores considerados estratégicos, como energía y alimentos, mediante bancos, empresas estatales y grupos de inversión.

En Latinoamérica en 2010, China se constituyó en el tercer socio comercial de la región, afianzándose como un fuerte consumidor de materias primas, como la soja y sus derivados. Además, en los últimos meses del año pasado, adquirió mediante empresas estatales la filial brasileña de la petrolera Repsol YPF y una parte mayoritaria de la petrolera argentina Pan American Energy. También brindó apoyo crediticio a diferentes gobiernos para obras de infraestructura como en el caso de Brasil y Argentina.

A nivel general, como parte de su estrategia de expansión, el gobierno de Pekín prestó durante los últimos dos años, al menos, 110 mil millones de dólares a gobiernos y empresas de países en vías de desarrollo, transformándose en el mayor prestamista a nivel mundial para ese sector y en ese período, incluso por encima del Banco Mundial (BM), que desembolsó créditos por un valor de poco más de 100 mil millones de dólares. China ha logrado conquistar ese mercado merced a las mejores condiciones crediticias que ofrece, obligando a entidades multilaterales de crédito como el BM a dejar de lado la competencia y buscar un nuevo modelo de complementación.

Sin embargo, la estrategia externa china no se reduce a los países emergentes. A comienzos de 2011 empezó a intervenir en la crisis económica europea. Su primera acción fue la compra de 8 mil millones de dólares de deuda española, lo que representa el 6.5% de los 120 mil millones de dólares que el país ibérico deberá recaudar durante este año, según la banca de inversión Barclays Capital.
Simultáneamente cerró acuerdos comerciales con España por 7.500 millones de dólares. La adquisición de deuda española impactó de forma positiva en el mercado bursátil alejando, por el momento, a España de la necesidad de un rescate financiero por parte de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Según un alto funcionario chino el país tiene planeado comprar en el futuro más bonos de deuda española si las condiciones de mercado son buenas.

Otros países europeos con dificultades financieras se verán beneficiados también con la compra de deuda por parte del gobierno chino, el cual anunció la intención de adquirir la misma suma desembolsada en el caso de España para obtener bonos griegos y portugueses. Esta decisión podría generar un panorama de mayor tranquilidad y confianza en los mercados internacionales, contribuyendo a lograr estabilidad en una región que viene afrontando una severa crisis financiera. Los países de la UE en crisis, denominados PIIEG (Portugal, Italia, Irlanda, España y Grecia) han sacudido los cimientos de la unión económica y amenazan con derribar al euro.

Al otro lado del océano atlántico las inversiones chinas han llegado a afectar de forma directa a la nación a la cual le disputa la hegemonía mundial, Estados Unidos. A pesar de las diferencias entre ambos países, en los últimos años el estado asiático ha estado comprando bonos de la deuda norteamericana hasta llegar a tener, a fines del año pasado, papeles de deuda por más de 850 mil millones de dólares, según datos oficiales estadounidenses. Esta situación pone a países rivales en una delicada relación de intereses que complejiza aún más su complicada interacción. La lucha por el poder ha generado una serie de diferencias que se han planteado durante la visita del mandatario chino Hu Jintao a Estados Unidos.

Dentro de los múltiples desacuerdos existen una serie de temas considerados de mayor relevancia. Norteamérica reclama cambios en el valor del yuan (moneda del país asiático), cuestiona la política comercial china, la situación de los derechos humanos, el acceso a internet, el trato dispensado al Tíbet y su política, considerada benevolente, hacia Irán y Corea del Norte. Por su parte, el gobierno de Pekín hace hincapié en las reivindicaciones marítimas de China frente a los aliados estadounidenses y la venta de armas de Estados Unidos a Taiwán, entre otros temas.
La cotización del yuan es uno de los temas más sensibles para Washington, a pesar de su revaluación de 3.9 %, desde junio de 2010, su depreciado nivel genera una asimetría comercial entre ambos países que beneficia la exportación de productos chinos y actúa como barrera comercial invisible, impidiendo que la mayoría de las empresas norteamericanas y del resto del mundo puedan colocar sus productos en el gigante asiático.

A pesar de que estas diferencias parecen no tener un horizonte cercano de solución, las relaciones entre ambos países se han robustecido desde el inicio de la administración Obama. Según declaró el líder chino, desde la llegada del actual presidente de Estados Unidos "nuestra cooperación en varios terrenos ha arrojado fructíferos resultados y nuestras relaciones han logrado nuevos progresos", también afirmó en un tono conciliador que "las dos partes deben mantener el buen rumbo hacia el desarrollo de sus relaciones, aumentar los intercambios, reforzar la confianza mutua y buscar terrenos de entendimiento pese a las divergencias". Su viaje a Estados Unidos tuvo como propósito, entre otras cuestiones, la firma de acuerdos comerciales por 45 mil millones de dólares, incluida la venta a China de 200 aviones Boeing por valor de 19 mil millones de dólares.

Desde el fin de la Guerra Fría y con el estallido de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Estados Unidos no había tenido un contrincante que le disputara el lugar hegemónico. En un contexto histórico diferente al del conflicto de poder con la URSS, China ha decidido disputar ese lugar vacante. En momentos en que la economía norteamericana todavía continúa sufriendo los efectos de la crisis de 2008, el poder de influencia económico y político de China no deja de acrecentarse.

La ruptura del paradigma de la Guerra Fría había dado lugar a la esperanza de un mundo multipolar que nunca llegó a concretarse a pesar de los intentos realizados por las naciones y por los bloques económicos. El debilitamiento norteamericano y el ascenso de China en el escenario mundial hacen entrever la posibilidad de que el mundo esté regresando a un sistema geopolítico bipolar.

El gran reto del resto de los países será, en los próximos años, tratar de impedir que se repitan esquemas de poder del pasado, para lo cual deberán unirse en pos de generar un mundo donde las fuerzas político-económicas se encuentren distribuidas de forma más equitativa.

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