lunes, 3 de septiembre de 2012
Los ratones podían cruzar la isla sin bajarse de los pinos
Memorias de un Awara rebelde y alzado
Nací en Benawara (“La Palma”), donde los ratones podían cruzar la isla sin bajarse de los pinos, cosa que les evitaba acabar en un caldo de papas. Soy pastor, descendiente de Atogmatoma, gobernador de Tijarafe.
Cuentan algunos que los piratas “peninsulares”, unos señoritos muy presumidos y repeinados, habían invadido toda Benawara, lo que me parecía muy raro ya que en gran parte nuestra isla de Benawara era inaccesible y tuvieron que hacer caminos poniendo piedras por el suelo y haciendo puentes para poder pasar con sus carros y máquinas. No podían dar un paso sin esclavos ni mercenarios, tan finos eran los de Lugo, Sotomayores y Cía.
La verdad es que los “peninsulares” lo tenían bastante mal donde no había calzadas, campo a través o montaña arriba se veía que no era lo suyo. Siempre me parecieron unos inútiles, aunque tenían raras habilidades que sorprendían a los Awara, como hacer obras para llevar el agua que utilizaban para beber, etc., cosa absurda para los Awara.
Un día llegaron al pueblo unos “peninsulares”, muy bien vestidos, como para una fiesta, todos recubiertos de metal, y nos amenazaron con la muerte si no nos sometíamos a sus órdenes y la consiguiente esclavitud. Tras una sonora pedorreta y el consabido “corte de mangas” les amenazamos también, pero como eramos más diestros tuvieron que salir corriendo, a la espera de mejores momentos. Es la famosa batalla de Tahuya, en la que perdió la vida de una pedrada, asestada por una mujer Awara, el pirata godo Guillén Peraza, al que dedicaron las famosas endechas maldiciendo nuestra isla ("No crezcan palmas, sino retamas... Todo lo acaba la malandanza").
Las mujeres Awara participaban en la defensa de nuestra tierra, de nuestra cultura y en general de nuestras costumbres. Lo recoge magistralmente Torriani: "Las mujeres [Awara] eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas delante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas" (Torriani, "Descripción de las Islas Canarias", p. 226, Goya Ed. 1978).
El episodio viene corroborado por Abreu Galindo. El pirata godo Guillén Peraza partió de Sevilla con tres navíos de armada, con doscientos ballesteros. Llegó a Lanzarote y Fuerteventura, donde se le juntaron otros trescientos mercenarios más y fueron a La Gomera y desde allí pasó a Benawara, tomando puerto en el Cantón de Tahuya (Benawara), administrado por Echedey como jefe de cantón, que encomendó la defensa del territorio a su hermano Chenauco, ayudado por otro Awara valiente, Dutynymara.
La armada ladrona al servicio del colonialismo español estaba comandada por el pirata godo Guillén Peraza y eran sus “capitanes” Hernán Martín Peraza, al mando de los ballesteros procedente de Sevilla, mientras que Juan de Adal, Luis de Casañas y Mateo Picar capitaneaban a los mercenarios procedentes de Lanzarote y Fuerteventura. En total, según Abreu Galindo, por lo menos quinientos invasores se desplazaron a nuestra isla de Benawara. Murieron más de doscientos invasores, huyendo, pese a los intentos del godo Guillén Peraza por detener la deserción. Visto el desgraciado fin de su “capitán”, los invasores “peninsulares” corrían como gallinas sin cabeza hacia sus barcos…
Desde aquel día los Awara vivimos en lugares más difíciles, aunque de vez en cuando bajamos de las montañas y les damos una buena pelea a los godos y canarios de servicio (los "euro-peos ultraperiféricos”).
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