sábado, 27 de agosto de 2011
El Barcelona
Más de cien días después de arrebatarle cualquier opción de conquistar el título de Liga al Real Madrid y de apearle de la final de la Champions League, el Barcelona alargó su hegemonía en el fútbol español al vencer al equipo blanco (3-2) y lograr su décima Supercopa de España, la tercera consecutiva.
Leo Messi fue, de nuevo, genio y figura y en partidos como el del pasado miércoles demostró por qué va camino de convertirse en el mejor futbolista de la historia.
Si en la ida el técnico madridista José Mourinho sacó el mismo once que cayó 5-0 en el Camp Nou la pasada temporada, en la Supercopa española fue Guardiola quien apostó por el equipo campeón de Europa ante el Manchester United en la final de Wembley.
Un once titular comandado por el genio de Rosario, verdugo implacable del eterno rival –hizo dos goles y una asistencia- y blindado en la portería por un enorme Valdés.
Mourinho solo hizo un cambio respecto al partido de ida: el de Coentrao por Marcelo en el lateral izquierdo, mientras que Guardiola dio entrada a Piqué, Xavi y Sergio Busquets con el propósito de recuperar el control del juego que no tuvo en el Bernabéu.
Pero este Barça, aun corto de preparación, lo único que no ha perdido durante estas vacaciones son sus automatismos ofensivos. Lento en el repliegue, impreciso en la circulación y exigido por un rival con mucho ahínco y pegada arriba tuvo que tirar de nuevo del genio de sus jugadores de tres cuartos de campo para arriba, para sacar el partido adelante.
Nada más empezar el choque, una pérdida de balón en el centro del campo, casi le cuesta el primer disgusto. Valdés salvaba su portería a tiro de Cristiano Ronaldo, como luego lo haría con Özil, y Benzema, y de nuevo con Cristiano, esta vez con la ayuda del larguero.
Fue una primera parte maravillosa, repleta de intensidad y fútbol en la que el Real Madrid pagó de nuevo muy cara su osadía, la de adelantar sus líneas, robar muy arriba y sembrar el caos en campo rival, dejando mucho espacio atrás.
Dos fogonazos de Messi -un eslalon con asistencia de gol a Iniesta y una pared en medio palmo de área con Piqué y definición magistral del argentino- sirvieron a los azulgranas para adelantarse por dos veces en el marcador.
La primera vez, al cuarto de hora, y la segunda, un minuto antes del descanso, cuando rompía de nuevo las tablas en el electrónico que habían devuelto entre Sergio Ramos y Cristiano -este en posición dudosa- a la salida de un córner a los veinte minutos de juego.
Mourinho dio entrada tras el descanso a Marcelo por Khedira, adelantó la posición de Coentrao, y sentó a un desdibujado Di Maria para meter a Higuaín.
El conjunto blanco se aferró de nuevo a la heroica. Se olvidó de fabricar fútbol -algo que había hecho muy bien hasta entonces- y apostó por añadir una dosis extra de agresividad.
Volvió la dureza habitual de Pepe, Marcelo y Sergio Ramos, quienes se jugaron la roja en varias acciones.
El partido perdió plasticidad y ritmo. A penas una ocasión de Messi y otra de Sergio Ramos hasta que Benzema se encontró el 2-2 en un balón enredado en el área a falta de nueve minutos para el final.
Pero entonces apareció, como no, Leo Messi, para lanzarse para cazar un centro envenenado de Adriano cuando ya se olía la prórroga, una volea de '9', de 'killer' del área, un registro más en su repertorio.
La "tangana" final entre ambos equipos y sus respectivos banquillos tras una escalofriante entrada de un desequilibrado Marcelo y las posteriores expulsiones del brasileño, Özil y Villa deslucieron un poco la fiesta. El Barcelona continúa con su paternidad sobre el Madrid.
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